El Déficit Atencional (DA) es un
trastorno que afecta la capacidad del individuo para prestar atención. Los que
lo padecen presentan dificultad para concentrarse y a veces para controlar su
conducta.
Algunos sujetos no pueden estar
sentados por largos periodos de tiempo sin sentirse inquietos e impacientes y
se los considera hiperactivos. Otros que tienen déficit de atención son
exactamente lo contrario aunque también tienen dificultad para prestar
atención, no son considerados hiperactivos, pero demoran más para hacer las
cosas. El niño que llega al mundo se inserta en el medio al que debe adaptarse,
a una familia ya existente, que al mismo tiempo debe aceptar al recién llegado.
El bebé en un comienzo es
totalmente dependiente, es decir que depende de los adultos para hacer
cualquier cosa. Esta dependencia apunta, con el desarrollo a convertirse en lo
opuesto, ser independiente.
En los niños con Déficit
Atencional estos cambios cuestan más, retardan este pasaje de la dependencia a
la independencia. Es así como vemos chicos que no saben hacer practicamente
nada solos y al mismo tiempo son extremadamente exigentes con los que los
rodean: "el pequeño tirano" como algunos padres lo describen.
¿CÓMO SE LLEGA AL DIAGNÓSTICO?
El diagnóstico de déficit
atencional lo hace el especialista, sobre la constatación de tres síntomas
claves:
* Falta de atención.
* Impulsividad.
* Hiperactividad.
Estos síntomas deben presentarse
simultáneamente antes de los siete años de edad y durante un mínimo de seis
meses, de manera de eliminar la posibilidad de que pueda tratarse de una
reacción temporal a un problema puntual. El SDA puede diagnosticarse sin hiperactividad
y con predominio de falta de atención o de impulsividad.
La falta de atención puede evidenciarse porque los niños/as parece
que no escucharan cuando les hablan, se equivocan de manera reiterada, les
resulta complicado seguir instrucciones, pierden todo, les cuesta organizarse y
son en general descuidados. Además, ante cualquier estímulo, por pequeño que
sea, se distraen.
La hiperactividad es fácil de determinar y a menudo es lo primero
que motiva la consulta a especialista, los niños/as presentan muchísima
dificultad para permanecer sentados, constantemente mueven las manos y/o los
pies, corren, saltan sin control, exponiéndose a veces a situaciones peligrosas
y siendo “accidentógenos” por naturaleza. Por lo mismo son pequeños que ya en
su corta vida, han presentado algún hueso roto o algunos puntos en su cuerpo
para reparar algún corte o herida profunda; así mismo los moretones son
habituales.
La impulsividad puede comprobarse ya que estos niños/as hablan
antes de pensar, es decir, no esperan a que la profesora termine de preguntar y
ya están respondiendo, interrumpen, hablan más de la cuenta y hay muchísima
dificultad en esperar por su turno.
Si comparamos a los niños/as
afectados con SDA respecto a aquellos sin el problema y de la misma edad, a
menudo los primeros presentan dificultades en poner atención para seguir
instrucciones, pierden más sus cosas, olvidan sus tareas, les cuesta estar
tranquilos en su puesto de trabajo y seguir instrucciones. Esto no es por ser
“desordenados” sino porque al no prestar atención no pueden seguir las
indicaciones entregadas. Les resulta en extremo complicado atender dos
estímulos a la vez, por lo mismo para ellos es difícil escribir y atender al
profesor.
Aunque en ocasiones pueden poner
atención, necesitan de muchísima más motivación y de recompensas frecuentes
frente a tareas de corto plazo, las de largo plazo son prácticamente imposibles
de poder planificar.
Dado lo anterior, el SDA puede
verse acompañado de otras consecuencias para los niños/as, como baja
autoestima, poca tolerancia a la frustración, bajo o irregular rendimiento
escolar, trastornos conductuales, agresividad, hacerse el “payaso”, etc. Esto
evidentemente genera en el medio retos y correcciones constantes que hacen al
niño percibir un mundo en el cual “siempre es retado, corregido y siempre se
equivoca”, generando así un círculo vicioso el cual es muy difícil de romper.
El tratamiento debe
tener un enfoque multidisciplinario, es decir, se requiere de la intervención
de distintos profesionales.
Los primeros en
sospechar el Déficit Atencional en los niños son los padres o los profesores al
observar las características anteriormente mencionadas.
El diagnóstico del
Déficit Atencional debe considerar los aspectos neurológicos (niveles de
inmadurez), psicopedagógicos (los déficit cognitivos sean estos trastornos de
aprendizajes u otros) pedagógicos (métodos y exigencias escolares) y familiares
(apoyo adecuado).
El neurólogo infantil
confirma si existe el D.A. y en la generalidad los casos administra fármacos
(Ritalín, Cyrlet, Ritrocel) que regulan la capacidad de atención, impulsividad
y ansiedad del niño.
El psicopedagogo evalúa
el tratamiento de los déficit cognitivos sean estos trastornos de aprendizaje u
otras dificultades específicas que comúnmente se presentan junto al D.A.
Los profesores deben
desarrollar estrategias metodológicas donde se respete el ritmo de aprendizaje
del alumno con D.A. lo que significa muchas veces positivamente en forma
permanente para así elevar su autoestima. Utilizar estrategias que desarrollen
la autoinstrucción e intercalar períodos intermitentes de descanso para evitar
la sobre carga.
La familia con todos
sus miembros deben establecer rutinas claras (horarios de tareas, de diversión
T.V. y otros), dar responsabilidades, evitar castigos severos porque no dan
resultados, reforzar toda conducta positiva por pequeña que sea, desarrollar
lenguaje interno (autoinstrucción, es decir, que se repita en voz baja la
acción que va a realizar antes de ejecutarla). Que los adultos controlen sus
emociones, que mantengan un tono de voz bajo y tranquilo, que sepan dar
instrucciones.
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